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La piel que habito es la epidermis

La crítica escrita está y publicada (www.filasiete.com) pero el despliegue informativo -casi social- que rodea al estreno de La piel que habito me ha provocado unas ganas enormes de decir algo más sobre ella. Escribir sin estar sujeta a cierres, caracteres o maquetas. Como ya he dicho que la peli no me parece buena y que me parece excesiva la reverencia con la que se trata a Almodóvar (que tiene películas geniales y otras mucho menos) tengo también la libertad para decir lo que me ha gustado de La piel que habito.
1) Lo primero, el título. Me arrebata. Crecí con Serrat de fondo -por la bendita culpa de mi padre- y si escucho la piel que habito me pongo a cantar directamente el pan que me alimenta y el lecho donde yago... y el resto del retrato de Machado que cantaba Joan Manuel. Y ya se que no es la piel sino la mansión pero no me digáis que no está bien la metáfora. Y además me encanta el título porque da mil opciones para hacer un buen titular. Estos días hemos leído que Almodóvar cambia de piel, la piel áspera, veneno en la piel, en la piel de Almodóvar, etc. Un título así se agradece y no Phineas y Ferb o Monte Carlo o Scruff (por decir pelis que se estrenan esta semana) y que te tienen media hora delante de la pantalla del ordenador intentando encontrar una conexión mínimamente ingeniosa.
2) Me encanta Antonio Banderas en plan… "que os emocionáis con George Clooney… pues yo más". El malagueño luce una madurez impresionante. Un auténtico galán de cine. Sin comentarios.
3) Me gustó mucho algo que critiqué en el trailer: la música de Alberto Iglesias. Al principio me pareció discotequera y pensé que convertía el trailer en un videoclip. Viendo la peli cambié de opinión: la música de Iglesias ayuda a dar el tono de la película, es una de las herramientas fundamentales para crear la atmósfera entre operística y terrible que envuelve la película.
4) Y sobre todo me gusta que Almodóvar, después de este drama, es más posible que vuelva a rodar una comedia que es lo que borda. La mejor escena –y ya lo siento por Elena Anaya que se inmola hasta el holocausto- es la protagonizada por Agustín Almodóvar, antológico cliente de una tienda de ropa vintage.
            Y lo que no me gusta, ya lo he dicho: que la peli me parece epidérmica. Hay un momento en la cinta que el cirujano que interpreta Antonio Banderas explica que la piel que ha creado es tan dura que no le afecta la picadura del mosquito que transmite la malaria. Pues es lo que me pasó a mí. Los sentimientos, las emociones que se supone que tendrían que provocarme el horror que estoy viendo brillaron por su ausencia. Se quedaron en la epidermis. No me creí nada, no conecté, no sufrí con los protagonistas… y creo que no fui la única. A la salida del pase, del que como dije salí bastante fría, un –a pesar de su juventud- veterano periodista me dio una clave definitiva: el público puede conectar con una mujer maltratada que ha perdido a su madre pero ¿crees que va a conectar con algo tan raro (aquí resumió el argumento), tan apartado de la realidad? Nunca se sabe pero, a priori, es difícil.
            No sé por qué extraño mecanismo de asociación –en esto sí que creo que seré la única- después de ver La piel me vino a la cabeza Incendies, quizás por el tema central de la violación o porque hablan de la venganza... No quiero compararlas porque sé que son absolutamente diferentes. Pero lo que en Almodóvar es piel y frío en Incendies es alma y fuego. En Incendies el mosquito de la malaria me atravesó la piel, me amargó el día, me hizo sufrir, llorar, pensar, rezar, discutir, tratar de entender, maldecir… creo que los griegos lo llamaban catarsis y es una de las funciones del arte, algo que hace que el arte sea para los humanos y que nos haga más humanos, mejores personas.  Nada de esto pasó con la película de Almodóvar. El frío recubre la película. Al contrario que Incendies (que juzga aunque absuelva) Almodóvar parece no querer juzgar y todo se queda en una terrible y gélida narración, que no cala, que no conmueve, que no humaniza, que no transforma, que se queda en la epidermis.


Nota: La peli ha gustado mucho en Francia. Me alegro, no me extraña y me confirma algo que sostengo desde hace años: los franceses son campeones en rodar cine epidérmico.

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