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Probablemente, a estas
alturas, habrá muy pocos aficionados que no hayan oído hablar de Drive, una cinta de corte indie que se
ha ido haciendo grande a medida que ha pasado por festivales. Su director,
Nicolas Winding Refn, ganó la Palma de oro en Cannes, en San Sebastián
encandiló a los críticos y actualmente aparece en todas las quinielas de los
Oscar.
Drive sería la
demostración de que aquello de que lo importante es el guión tiene, como casi
todo, sus excepciones. El material que hay detrás de Drive es muy poquita cosa:
una novela corta, casi un cuento, con un argumento sencillo; un conductor
profesional se ve implicado en un robo que sale mal y acaba siendo perseguido
por la mafia. Sin
embargo, a partir de esta historieta Winding Refn ha hecho una película notable.
Simplemente a base de enriquecer el guión con un estilo visual de muchísima
fuerza y personalidad, una banda sonora impecable y, sobre todo, dos
personajes-intérpretes capaces de aguantar lo que les echen: un cuento, una
fábula, una leyenda gótica y, desde luego, esta película. Ellos –además del
tono, la fotografía y la música- son los que dan el gran tirón a la película y
los protagonistas de una breve, intensa y perfectamente contada historia de
amor.
Dice Winding Refn que
lo que ha querido construir es un western… y mucho de eso hay. Drive es un
western crepuscular protagonizado por un llanero solitario –inmenso Ryan
Gosgling- que vaga por la vida sin sentido hasta que lo encuentra en la sonrisa
tímida de Carey Mullighan –qué grande es esta actriz- en el afecto de una
familia que no ha tenido, en la mano que le acompaña a cambiar de marcha… Y,
como pasa en los western, este hombre hasta entonces indolente se transformará
ante la amenaza de la
pérdida. Porque los hombres del Oeste pueden morir pero no
dejan que les roben.
Un pero: la extremada violencia de la
segunda parte de la
película. El director la justifica diciendo que “como la
historia de amor es tan pura, la violencia tenía que ser realmente explícita
para equilibrarla”. No estoy de acuerdo, personalmente, esa excesiva brutalidad
me saca de la historia y me resulta artificial, de cartón piedra. Me “liquidan”
la cinta 40 minutos antes del final. Y es una pena, sobre todo, cuando Gosling
y Mullighan me habían convencido ya de que la redención existe y de que siempre
hay un camino de vuelta a casa…Muy de western, por otra parte.
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