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Drive: entre el western y Dostoyevsky


 Escribí que Drive era un western pero ayer, releyendo Crimen y Castigo pensé que el personaje de Ryan Gosgling podría ser primo de Raskólnikov, aquel hombre sin conciencia que la acaba encontrando de la mano de Sonia-Carey Mullighan... Os dejo la crítica publicada en www.aceprensa.com

Probablemente, a estas alturas, habrá muy pocos aficionados que no hayan oído hablar de Drive, una cinta de corte indie que se ha ido haciendo grande a medida que ha pasado por festivales. Su director, Nicolas Winding Refn, ganó la Palma de oro en Cannes, en San Sebastián encandiló a los críticos y actualmente aparece en todas las quinielas de los Oscar.
Drive sería la demostración de que aquello de que lo importante es el guión tiene, como casi todo, sus excepciones. El material que hay detrás de Drive es muy poquita cosa: una novela corta, casi un cuento, con un argumento sencillo; un conductor profesional se ve implicado en un robo que sale mal y acaba siendo perseguido por la mafia. Sin embargo, a partir de esta historieta Winding Refn ha hecho una película notable. Simplemente a base de enriquecer el guión con un estilo visual de muchísima fuerza y personalidad, una banda sonora impecable y, sobre todo, dos personajes-intérpretes capaces de aguantar lo que les echen: un cuento, una fábula, una leyenda gótica y, desde luego, esta película. Ellos –además del tono, la fotografía y la música- son los que dan el gran tirón a la película y los protagonistas de una breve, intensa y perfectamente contada historia de amor.
Dice Winding Refn que lo que ha querido construir es un western… y mucho de eso hay. Drive es un western crepuscular protagonizado por un llanero solitario –inmenso Ryan Gosgling- que vaga por la vida sin sentido hasta que lo encuentra en la sonrisa tímida de Carey Mullighan –qué grande es esta actriz- en el afecto de una familia que no ha tenido, en la mano que le acompaña a cambiar de marcha… Y, como pasa en los western, este hombre hasta entonces indolente se transformará ante la amenaza de la pérdida. Porque los hombres del Oeste pueden morir pero no dejan que les roben.
Un pero: la extremada violencia de la segunda parte de la película. El director la justifica diciendo que “como la historia de amor es tan pura, la violencia tenía que ser realmente explícita para equilibrarla”. No estoy de acuerdo, personalmente, esa excesiva brutalidad me saca de la historia y me resulta artificial, de cartón piedra. Me “liquidan” la cinta 40 minutos antes del final. Y es una pena, sobre todo, cuando Gosling y Mullighan me habían convencido ya de que la redención existe y de que siempre hay un camino de vuelta a casa…Muy de western, por otra parte.

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