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El productor de televisión Paco Arango se estrena en la dirección con una propuesta bastante arriesgada: contar la historia de un hombre en plena crisis vital que tropieza con un chaval enfermo, que removerá los cimientos de su malherida existencia. Es arriesgada porque -sobre el papel- la historia tenía todas las papeletas de terminar siendo un telefilm de sobremesa plagado de buenos sentimientos. Si además parte de la película sucede en Navidad y se estrena por esas fechas, los riesgos son aún mayores.
La sorpresa es que Maktub, además de ser un cuento de Navidad, una historia de buenos sentimientos y un interesante proyecto social (Arango preside la fundación Aladina para niños con cáncer, y parte de la recaudación irá para ellos) es una buena película, con sus fallos de opera prima -sobra metraje y la acción se diluye a ratos- pero más que aceptable. Sorprende que un debutante haya conseguido sortear la mayoría de los peligros que tenía a priori la película para rodar una historia dura, sí, pero sobre todo entrañable y muy divertida.
Y es curioso porque la receta es tan antigua y universal como la Navidad: un guión muy bien escrito, un cuidadoso trabajo de los personajes y unas buenas interpretaciones. Arango construye una sólida historia en la que el conflicto central no es el cáncer, sino la necesidad de cariño que tenemos todos los seres humanos.
De paso, con fina ironía y mucha gracia, atiza unas cuantas críticas a algunos de los dogmas actuales de la modernidad defendiendo cuestiones tan políticamente incorrectas como la importancia de la unidad en la familia, el valor del dolor y el sacrificio por amor o las ventajas de la oración. Todo esto sin ningún tono de sermón o moralina, al contrario, con una frescura que parece salir de la propia vida real (que es de donde sale porque la historia del protagonista es la de un chico que conoció el propio Arango). Y hacer esto -hablar de valores entreteniendo sin sermonear- es muy complicado. Los únicos que lo consiguen casi siempre son los de Pixar. En esta ocasión lo ha conseguido Arango.
Además de un buen guión y la rica composición de los personajes, no sólo los protagonistas sino muchos de los secundarios, el éxito de la película se llama casting. Los personajes adultos -Diego Peretti, Goya Toledo, Aitana Sánchez-Gijón y una inspirada Rosa María Sardà- demuestran su oficio para mantener el tono de una historia decididamente melodramática que no quiere caer en lo lacrimógeno, pero, sin duda, el gran descubrimiento es el chaval protagonista que lleva sobre sus espaldas la responsabilidad del largometraje y borda su papel.
Maktub es de esas películas en las que uno ríe, llora, se emociona y sale del cine decidido a ser mejor persona. Visto lo que dan, no es poca cosa.
(publicado en Fila Siete)
(publicado en Fila Siete)
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