¿Qué hago con este blog?

Pues sí, me ha gustado mucho Las nieves del Kilimanjaro



Porque no es "otra peli de cine social", o mejor es eso... y más cosas. Os dejo la crítica. 
No, no son Gregory Peck y Ava Gardner, que alguno ha preguntado
La crisis económica obliga al sindicato de tra­bajadores de un astillero del puerto de Mar­sella a despedir a un grupo para evitar el cierre. En el sorteo son elegidos un repre­sentante del sindicato y un joven trabaja­dor.
Después de una breve incursión en el ci­ne histórico (El ejército del crimen) el vetera­no realizador francés ha vuelto a su “barrio” (el de l’Estaque), a Marsella (epicentro de casi todas sus películas) y a su retrato cos­tumbrista y social. La cinta consiguió la Es­piga de Oro en la pasada edición de la Se­min­ci de Valladolid, una larga ovación del pú­blico y el aplau­so de la crítica: las tres co­sas merecidas.
Guédiguian se inspira en un breve poema de Victor Hugo -La gente pobre- para dar una vuelta de tuerca a su tradicional rea­lismo social y plasmar una serena autocrí­tica a su definido discurso político. No es que el cineasta haya dejado atrás su militan­cia y su cercanía a los postulados del socia­lismo. Están todos... pero de otra forma. La cinta refleja la simpatía del realizador con la actitud de los sindicatos, la defensa de los trabajadores y la lucha contra las injus­ticias. Sin embargo, como hace reconocer a los personajes, “todo esto no basta”.
Y en este sentido, la película respira y vue­la mucho más alto que el cine social de Ken LoachTavernier y el propio Gué­di­guian. El director traspasa la barrera de la de­nuncia para dibujar una conmovedora gale­ría de tipos humanos y convertirse -como el poe­ma de Victor Hugo- en un canto a la so­lidaridad, o mejor, a la caridad. Desde un pos­tulado mucho más humanista que políti­co, la película habla del amor al prójimo, de la necesidad de perdonar, de la importan­cia de ponerse en el papel del otro y con­tiene un revolucionario mensaje: ante la crisis económica más que soluciones polí­ticas necesitamos respuestas humanas, y más que en los gobiernos la llave está en las personas.
Guédiguian construye la narración a par­tir de una realización realista y muy bási­ca: una única trama principal construida por una sucesión de escenas cotidianas, la ma­yoría sencillas -como la vida misma-, algu­nas nimias y otras cargadas de emoción (co­mo la escena que recrea la canción popu­lar de Pascal Danel que da nombre a la pe­lícula). En algunos momentos -sobre todo en la imagen de la vida del matrimonio madu­ro- la película recuerda a la reciente cinta de Mike LeighAnother year (otro buen film sobre buena gente pero un poco inferior a la de Guédiguian entre otras cosas por­que el retrato del francés es más positivo y el final infinitamente más esperanzador). En el reparto, el cineasta francés no arries­ga: son sus actores de siempre, ni gua­pos, ni glamourosos, tipos normales que po­drían haber protagonizado el poema de Vic­tor Hugo. Tipos que confirman que a Gué­diguian como director de cine lo que le in­teresa es extraer la grandeza de los perso­najes. Mejor que lo diga él mismo: “Una pe­lícula popular es una película que revela a las personas la grandeza que llevan dentro. Tal como lo veo, son la esperanza. Lla­mé­mosles justos o santos pero, sea como sea, existen”.
(Publicada en www.filasiete.com)

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