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La muerte según Rosales, la muerte según Dresen

Se estrenan dos películas sobre la muerte, muy diferentes: ahí van las críticas de las dos (publicadas en www.filasiete.com


Sueño y silencio: Duelo en blanco y negro
Reconozco que tengo unido el cine de Rosales al momento en el que pensé que a lo mejor era verdad lo de que podría ser crítica de cine. Vi La soledad en un pase con unos pocos periodistas y me subyugó. Salí pensando que había visto una película rara pero grande. Como por aquel entonces yo era todavía bastante amateur, pregunté a un veterano crítico que confirmó mi impresión. Después llegaron los Goyas, las loas del resto de la crítica (que no había estado en aquel primer pase) y el reestreno de la cinta. En mi caso llegó también el visionado de su primera película (Las horas del día) que me pareció valiosa pero menor y el interés por conocer personalmente la visión que tenía del cine un tipo que en La soledad toca fibras del mejor humanismo con una profundidad sorprendente. Mi opinión de Rosales como persona, después de conocerle, es magnífica pero no es este el sitio para contarlo. Solo diré que una prueba de su talante (que hace mucho que no hablamos de él) es la actitud con la que encajó el vapuleo de algunos con su incomprendida Tiro en la cabeza.
Rosales vuelve ahora con una nueva propuesta, menos radical que Tiro en la cabeza, pero igualmente exigente para el espectador. El cineasta catalán quiere hablar de la muerte, el duelo y la continuación de la vida. Hay vida después del duelo…porque hay vida después de la muerte. Rosales quiere hablar de la trascendencia, no de la religión. Él confiesa sus dudas ante las religiones pero reconoce también su busqueda de sentido y su creencia de que el hombre no es solo materia, que hay algo que nos trasciende. La historia que utiliza es la de una familia –un matrimonio con dos hijas pequeñas- que se encuentra con la muerte después de un desgraciado accidente. La manera de contarlo exigiría muchos más caracteres de los que aguanta una crítica. Porque Rosales exige mucho al espectador -en este caso asistir a 110 minutos de metraje en blanco y negro con interminables planos secuencias, muchos planos fijos y apenas unas líneas de diálogo- pero también da mucho.Rosales es un genio planificando y eligiendo encuadres especialmente expresivos, aquí además rueda su película más bella desde el punto de vista artístico con una fotografía en blanco y negro sobresaliente (la mayoría de los planos podrían ser cuadros). Además, los pocos diálogos que hay –improvisados a partir de la situación porque no estaban en el guión- son de una veracidad y una fuerza pasmosa. La conversación de la abuela explicando el proceso de duelo, con la interlocutora en fuera de campo (como casi todos los diálogos) o los reproches entre el matrimonio tienen la misma imperfección y rotundidad que la vida misma. Además, hay decisiones filmico-narrativas –por ejemplo, la forma de (no)rodar el accidente- que, sobre el papel, se presentan muy arriesgadas y después resultan muy eficaces.
Y eso, a pesar de que Sueño y silencio no llega a la perfección de La soledad. En parte, porque hay menos materia narrativa y, en parte, porque la reflexión de fondo es mucho más oscura. Parece que las propias dudas e incertidumbres del cineasta se contagian al espectador que ha sentido el duelo pero no sabe exactamente donde le quieren llevar. Un ejemplo: Rosales que recalca que su trascendencia es espiritual y no religiosa abre y cierra su película con dos cuadros de Barceló…de pintura eminentemente religiosa. En el primero le pidió al famoso pintor que dibujara El sacrificio de Isaac, en el segundo, la muerte de Cristo en el Gólgota… ¿El motivo?...Puntos suspensivos… Dejemos que el artista Rosales siga pensando y creando.
Stopped on track: Intolerable crueldad
En el marco del 14 Festival de Cine Alemán en Madrid, estrena en España Andreas Dresen su última película. Una cinta que ha resultado la gran ganadora de los premios de cine germano este año. Y yo pensaba, mientras trataba de ver la película, que los académicos alemanes deben ser algo así como pequeños merkeles con estómago a prueba de bombas. La cinta deDresen es lo más brutalmente indigesto que he visto en meses (quizás en años) pues se trata, como definió con lucidez Olga Pereda (El Periódico) a la salida del pase, de la filmación de una muerte en directo. En seco, sin anestesia ni paliativos.
Dice Dresen que dudó si hacer un documental o una ficción y que, finalmente, se decantó por la ficción. El resultado, sin embargo, está más cerca del documental. Al espectador no se le ahorra ninguno de los procesos que acompañan a la enfermedad y, lo que se supone ficción -un par de toques de humanidad de la familia-, está narrado de una forma tan seca, tan adusta, tan alemana, tan cerrada a todo tipo de mínima trascendencia que no supone demasiado contrapunto. Al contrario, es solo un subrayado para remarcar la tragedia. La realidad de la muerte y de estos procesos es crudísima, pero en este caso, la ficción supera a la realidad.
Es interesante la coincidencia en la cartelera de la película de Dresen y Rosales. Ambas son dos buenas películas sobre la muerte… vista desde un ángulo radicalmente opuesto. Personalmente, me quedo con la del catalán. La alemana no se la recomendaría ni a mi peor enemigo.




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