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El dictador: yo me quedo con José Mota...


A estas alturas de la película no hay que sorprenderse de Sacha Baron Cohen, un cómico británico que conoció el resto del mundo gracias a su personaje en Borat, un reportero kazaco. Con esta película logró un Globo de Oro y estar entre los candidatos al Oscar al guión adaptado.

Después llegó Bruno, en la que Baron Cohen interpretaba a un periodista austriaco gay especializado en moda. Y ahora es El dictador, protagonista de la historia -historieta es más exacto- del tirano Aladeen, máximo líder de la república de Wadiya. El dictador sigue el mismo esquema que Borat y Bruno: creación de un personaje histriónico y suma de elementos excesivos, escabrosos y supuestamente escandalizantes: violencia, tortura, racismo y, en definitiva, resto de ismos y aberraciones varias.

¿El resultado? La gracia que pueden tener –y, de hecho, tienen- algunos gags políticos queda sepultada por toneladas de zafiedad y mal gusto. El espectador tiene la palabra, pero para cuatro chistes con gracia prefiero repasar en mi casa el programa de fin de año de José Mota. Todo menos que, entre medias, me obliguen a oler el cubo de la basura.

Crítica publicada en filasiete






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