¿Qué hago con este blog?

No a la guerra

Reconozco que a veces pienso que debo tener algún antepasado pacifista, un monje tibetano o similar porque cuando a izquierda o derecha veo agitarse a mi alrededor a la gente pidiendo sangre, que rueden cabezas o animando a quemar edificios, automáticamente me paso al bando contrario. 

Es un mecanismo instantáneo y no racional. Tampoco creo que obedezca a falta de convicciones, que las tengo y pienso que no son débiles. Es quizás una convicción aún mayor, un No a la guerra inscrito, quizás de familia, que me lleva a desconfiar sistemáticamente de todo aquello que huela a violencia. También por una razón pragmática. Ya lo decía un santo español "la violencia no sirve ni para vencer ni para convencer". En mi caso, me convence de lo contrario.

Lo que fomente el diálogo, la discusión, el debate de posturas, la crítica constructiva tendrá mi firma siempre... el insulto, la descalificación violenta, la exclusión no la tendrá nunca. Y cada cosa en su sitio. Por eso me parece infantil -y poco inteligente- la llamada al boicot, a la pancarta y al pataleo en los Goya. Sea el pataleo el que sea y venga la pancarta de donde venga. Y me parece sensata la postura de González Macho invitando en el fondo a la gente a ser educada. Los Goya son una fiesta, no un mitín. A mi me parecerá estupendo que los actores -y los productores y los distribuidores y el mundo mundial- le digan al político de turno lo que les parezca... pero bien dicho -siempre es más eficaz e incluso hiriente una crítica pensada- y en el momento oportuno. Y los Goya, claramente, no son el momento...

Seguiría escribiendo pero esto es solo un desahogo pre-Goya, que lo que hay que seguir escribiendo son otras cosas. Si me da tiempo, prepararé mi propia pancarta o me pintaré en la cara un No a la guerra. Con el modelito discreto y oscuro que me han animado los organizadores a llevar quedará de lo más cool.

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