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Como me encantó Carmina, esperaba con ansia la segunda parte que además iba precedida de una aureola de buenas críticas de gente a la que considero mucho y bien porque son amigos. Y sin embargo, a pesar de los aplausos de mis amigos, Carmina y amén me parece una película a años luz de la primera. Es verdad que Paco León ha madurado como director, que la calidad de la imagen está a años luz, que el nivel del montaje sube unos cuantos peldaños y que hay escenas mucho más -y mejor- escritas que en la primera Carmina. De hecho, Carmina y amén abre y cierra maravillosamente bien. Y hay algunos pasajes, como ese viaje de Carmina en moto, sencillamente magistrales. Otros recursos cinematográficos -como el entierro a cámara lenta- deben ser la bomba pero a mi me dan un poco de risa.
De todas formas, el problema no es ese. El problema es que esta nueva Carmina ha perdido frescura. Estará mejor rodada pero no mejor contada. La película se ha encorsetado en un género convencional -una comedia dramática- y ha perdido parte de su fuerza. Además, hay un problema serio de metraje. La cinta se va a los 100 minutos de una forma innecesaria y, como relleno, se recurre a unos largos soliloquios, para mi gusto soporíferos, con cero gracia y del peor gusto. En todo ese pasaje, en el que el personaje de Carmina desaparece del mapa aunque a ratos esté presente, la película se me hizo más larga que un día sin pan. Nunca pensé que me aburriría con Carmina. Y, sin embargo, ha sucedido.
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Comentarios
Mal asunto. A mí me encantó la primera, y esperaba algo parecido.
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