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En largo: Trash, ladrones de esperanzas

Dos chicos brasileños que sobreviven como pueden en una favela encuentran un día una cartera en el vertedero de basura donde trabajan. Lo que empieza como un golpe de suerte acaba convirtiéndose en una auténtica pesadilla.

Stephen Daldry, que había dirigido la emotiva Billy Elliot y la interesante Las horas venía de rodar la infumable Tan lejos, tan cerca (sorprendente e inexplicable candidata al Oscar en su día). Esto hacía que las expectativas estuvieran en mitad de la tabla, incluso un poco por debajo. Con otras palabras, la cosa solo podía ir a mejor.

Trash es un melodrama bastante convencional pero funciona. En primer lugar porque, plagiando sin disimulo a Danny Boyle en Slumdog Millionaire, Daldry imprime ritmo a la historia con un montaje ágil, muy pegado a una potente banda sonora que se convierte en un protagonista más de la película. Si a Boyle le funcionó en un suburbio de la India a mí me tiene que funcionar en una favela –parece que pensó Daldry- y la verdad es que, sin el toque novedoso de Slumdog, el recurso es eficaz y lo que, en otras circunstancias resultaría de difícil digestión (más de un tercio de la película tiene como único escenario un gran montón de basura), de esta manera se distancia y se hace más llevadero, especialmente para quien busque una cinta comercial (Trash no es Ciudad de Dios).

En segundo lugar, el director británico se apoya en un elenco de buenos actores con unos intérpretes jóvenes muy convincentes y naturales a los que acompañan un valor seguro como Martin Sheen, interpretando a un viejo sacerdote, y la ascendente Rooney Mara que muestra qué sabio es que un secundario quiera serlo y sepa estar en la sombra y dar luz a los verdaderos protagonistas.

Por otra parte, como también ocurría en Slumdog –y si sigo nombrando este título es porque en, cierto sentido, son primos hermanos- hay un fondo, un cierto mensaje moral en el que esta película encuentra su cara y su cruz. Su cara porque, lo que nos cuenta Trash – la miseria material no está reñida con la riqueza moral y muchas veces las personas más desfavorecidas pueden darnos auténticas lecciones- no solo es positivo sino necesario en una sociedad como la actual sumida en una profunda crisis de valores. Su cruz porque la manera de recalcar el mensaje, con subrayados enfáticos y un final en fosforito que insiste en lo evidente hasta convertir el fondo argumental en mitin (por si algún espectador no lo hubiera pillado) no solo resulta obvia y didáctica sino un poco cargante.

Crítica publicada en filasiete

Comentarios

  1. Hola Ana: Me parece que en esta crítica te quieres referir a la película "Tan fuerte, tan cerca" de Stephen Daldry, y no a "Tan lejos, tan cerca".
    Leo siempre tus críticas.
    Saludos
    María B.

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