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En largo: Magia a la luz de la luna, o el cumpleaños de la abuela


Lo de las películas de Woody Allen comienza a parecerse a la celebración del cumpleaños de la abuela. Una cita anual que sabes que ahí está, siempre en la misma fecha, y que sabes que habrá merienda y que no puedes escaquearte porque una abuela es una abuela. Sabes también que, que la fiesta pase más o menos rápida, depende de dos factores: los primos que vayan y la comida. Con Allen pasa igual. Cada año hay película y cada año el resultado depende del menú y los invitados porque hay años que Allen nos regala cocina de diseño y otros que descongela los palitos de merluza findus y los sirve en plato de plástico.
En Magia a la luz estamos de enhorabuena: Allen regresa al terreno de la comedia romántica clásica, de cuidada puesta en escena (casas, decorados y vestidos bonitos) y ajena a cualquier estridencia. Elegancia y buen gusto. Dicho de otro modo: el Allen de Scoop y Midnight in Paris. La historia de una encantadora joven que presume de sus dotes de vidente y un maduro y escéptico galán dispuesto a desenmascararla se prestaba a ese tono.  Por otra parte, el argumento le sirve a Allen para seguir dando vueltas a uno de los temas clásicos de su filmografía: ¿hay alguien -o algo- ahí arriba o vamos a desaparecer sin dejar rastro? Como ni la historia ni el planteamiento son ni originales ni novedosos, la película está como traspasada por una sensación de deja vu tan intensa como deliciosa.
Deliciosa porque Allen sigue escribiendo buenos diálogos y aquí construye maravillosas réplicas y divertidos puntos de giro que podríamos encontrar en cualquier manual de cine clásico y que demuestran que hay cosas que funcionan pese a los siglos. Y deliciosa también porque Allen da la oportunidad de lucirse a dos buenos actores especialmente dotados precisamente para la réplica y que parecen haber nacido para hacer y deshacer magia. Colin Firth y Emma Stone, además de maravillosamente vestidos por Sonia Grande, están sensacionales.
En resumen, a esta fiesta de cumpleaños, además de la tarta de queso con receta familiar que nunca defrauda, han venido los primos más guapos, ocurrentes y divertidos. Fiestas así se agradecen. Y no cansan, aunque se repitan cada año.

Crítica publicada en filasiete

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