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En largo: Leviatán

Antes de dirigir Leviatán, el ruso Andréi Zviáguintsev había ganado el León de Oro en Berlín por El regreso, y el Premio especial del Jurado en Cannes por Elena. Ahora, su última película, además de recibir un premio al mejor guion —también en Cannes—, aspira al Oscar en la categoría de película extranjera. Y no es que los premios siempre sean justos, pero en este caso lo son. Y son sobre todo una luz roja para indicar que estamos ante una película grande.

A lo largo de 140 minutos, Zviáguintsev desgrana una clásica historia de lucha del hombre contra el Estado que contiene todas las referencias bíblicas y filosóficas que pueden caber en dos horas y media; de David y Goliat, a Hobbes, pasando por el santo Job y Marx. Este último, aunque sea una referencia menos evidente, es el causante de un régimen —el ruso— que, por lo que nos cuenta Zviáguintsev, sigue herido de muerte a pesar de su aparente democracia.

Hay tanta densidad e intensidad en Leviatán que dan ganas de volver a verla con papel y lápiz y analizar el origen de sus líneas de diálogo y la razón de sus encuadres y los motivos de la iluminación y los escenarios. Estamos ante cine de tesis puro y duro. Perfectamente diseñado, milimétricamente estudiado. La imagen al servicio de la idea. Y, sin embargo, cine al fin y al cabo, y no ensayo. Y con esto quiero decir que, al margen de la riqueza filosófica —algo nihilista, todo hay que decirlo— de la película, al margen de la poderosa reflexión sobre la relación entre la corrupción política y la corrupción individual, en Leviatán hay drama, hay personajes con recorrido y hay pasiones humanas que hablan a otro nivel al espectador. Hay un hombre que va a perder su casa por el capricho de un alcalde corrupto, hay una vieja amistad entre dos hombres que una vez fueron buenos, hay una infidelidad, una mujer hastiada, un misterio que no se resuelve y una trágica muerte.

Sumados todos estos elementos hay, en definitiva, todo lo que encontramos en una buena novela rusa. Por eso Leviatán es una película grande. Y por eso gana premios. El Globo de Oro, sin ir más lejos.

Crítica publicada en aceprensa

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