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Un
documentalista viaja a Menorca para tratar de olvidar un divorcio y aprovechar
para coger algunas imágenes de la isla. En un entorno paradisiaco conocerá a
una famosa escultora que tiene una conflictiva relación con su hija post-adolescente,
sumida al mismo tiempo en un mar de dudas sentimentales.
Fernando
Colomo presentó en el pasado festival de San Sebastián una película que es más bien un híbrido entre
documental de ficción y making off. Con un tono realista y una historia muy
pequeña La isla bonita parece más bien una excusa para lucirse como fotógrafo.
A
favor: las interpretaciones son muy naturales y la fotografía es muy bonita. La
conflictiva relación entre madre e hija está bien reflejada.
En
contra: La historia –y no digamos nada la resolución- es previsible, tópica e
inverosímil. Los insertos documentales –con unas interminables parrafadas sobre
el arte que tienen su gracia al principio –cuando se habla de la publicidad
como arte y de las empresas como mecenas- pero que terminan hastiando- empantanan
mucho el escaso relato de la película.
Termina agotando un fondo nihilista 100% en el que todo vale y reina un total desconcierto afectivo y una visión bastante pesimista del ser humano.
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