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Lo último de Manuel Martín Cuenca, después de su intrigante Caníbal, es una película caustica y negra como pocas. Básica, soez, incómoda... y, a pesar de todo esto, sumamente interesante.
Martín Cuenca hace una tremenda crítica del autor sin talento, de aquel que no tiene nada que contar y que decide estrujar unas vidas ajenas... que tampoco dan para mucho.
Pocas veces he tenido tantas ganas de matar a un protagonista como en esta película. Hubiera estrangulado a Javier Gutiérrez -soberbio actor- con mis propias manos.
Y pocas veces he aplaudido tanto un final. No es venganza. Es pura justicia poética. Algo a lo que, desgraciadamente, ya no estamos acostumbrados.
Martín Cuenca hace una tremenda crítica del autor sin talento, de aquel que no tiene nada que contar y que decide estrujar unas vidas ajenas... que tampoco dan para mucho.
Pocas veces he tenido tantas ganas de matar a un protagonista como en esta película. Hubiera estrangulado a Javier Gutiérrez -soberbio actor- con mis propias manos.
Y pocas veces he aplaudido tanto un final. No es venganza. Es pura justicia poética. Algo a lo que, desgraciadamente, ya no estamos acostumbrados.
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